En la comunicación influyen muchas cosas, pero en este momento me quiero centrar en una: la confianza. El origen latino de la palabra es fiducia, que significa fe. Y la fe es fiarse de alguien, de quien me fio, tengo confianza. De eso va la comunicación, entre otras cosas.
Esta quiero que sea la base para explicar algunas estrategias institucionales de comunicación que estamos viendo en el gobierno y en algunos partidos de la oposición.
Comprar la atención siempre ha sido una estrategia aplicada a momentos difíciles en especial para las instituciones. El propósito es distraer la atención hacia otro lugar para evitar hablar de algo que afecta. Y la manera de hacerlo es introduciendo en la agenda en nuevo tema con cierto impacto que opaque al incómodo. El gran recurso de la magia, tener distraído al público para que no descubran el truco.
Pero cuando una misma estrategia se usa de manera permanente pierde el efecto ya que se descubre el verdadero objetivo. La intención opaca el alcance de la propuesta presentada por muy buena que sea. El uso continuado de esta estrategia califica el proceso de efectista y provoca resultados reputacionales pobres. En el fondo es aire y el aire es efímero. Cuando el mensaje solo busca el artificio, la afectada es la credibilidad y eso provoca desconfianza y entonces la estrategia pasa a estar bajo sospecha y el público no confía.
La otra realidad es la NO comunicación, que por cierto es imposible, no exime de la creación de percepción y pasa a engrosar del debe reputacional. No asumir los contenidos que afectan, aunque sean indirectamente, pensando en que la comunicación es efímera y pronto se olvidarán hace mella y siempre será un recurso utilizable para los competidores.
Después del silencio, la estrategia continúa con la compra de la atención, y de nuevo comenzamos en la casilla de salida. Más de lo mismo, ausencia de credibilidad y de confianza.
Y todo esto viene promovido por las recomendaciones de asesores que en ocasiones incumpliendo la primera norma de las “las leyes del poder” de Greene eclipsan al líder con la simple aspiración de transcender con acciones de promoción ridículas. No debe haber mayor protagonista que el cliente. La discreción es la esencia de esta profesión y la mejor tarjeta de visita.
Esta es la realidad de las cosas que cada día inundan los canales de comunicación. Las mismas estrategias que no miden las consecuencias reputacionales promueven el autobombo de tercera división para salir de una situación comprometida usando la última ocurrencia.
Como me decía un amigo, lo malo de la fama es que te crees lo que no eres. Lo mejor, su dinero si lo sabes hacer bien.