Pedro Castillo, el desgobierno de Perú

Seis meses dejan evidencias más que suficientes sobre la escasa capacidad del presidente peruano, Pedro Castillo, para llevar las riendas de la nación andina con un mínimo de criterio y sin dar esa sensación constante de improvisación, dudas e ineptitud que proyecta en su propio país y hacia el exterior. Sus hechos así lo demuestran –al arrastrar a una grave situación de inestabilidad política a la nación andina con cuatro primeros ministros y cuatro gabinetes en medio año de presidencia– y, también, sus propias palabras.

Causaron enorme revuelo interno y se propagaron a los cuatro vientos sus declaraciones a la CNN en su primera entrevista a un medio extranjero por las vacuas y desacertadas respuestas que dio a varias de las preguntas que se le formularon, tanto de ámbito nacional como internacional. Incómodo siempre con el entrevistador, no dio muestras de dominar el medio ni, lo que es mucho peor para su país, el cargo para el que fue elegido.

Así, él mismo reconoció lo que ya se sabe a estas alturas sobradamente: que es un maestro rural sin preparación para dirigir el Perú, que nunca se formó para ello ni tiene experiencia política o de gestión pública y que está “en proceso de aprendizaje”. En fin, la imagen que proyectó en la citada entrevista fue calificada como lamentable y vergonzosa por la mayoría de medios nacionales e internacionales, la de un pobre hombre con su sempiterno sombrero, un tipo al que le viene muy grande la presidencia.

Precisamente por esa incapacidad para gobernar que está demostrando con creces, parte de la Oposición planteó ya en el mes de diciembre una moción para apartarle del poder, intento que no prosperó al no reunir los votos suficientes para seguir adelante.

PRIMEROS MINISTROS MUY DISPARES

La inconsistencia en la alianza de gobierno, la ineptitud de Pedro Castillo para coordinarlo y fijar un rumbo claro y las injerencias de sus asesores presidenciales en las políticas de diferentes ministerios, son algunas de las causas que han llevado a que Perú viva la presente situación de inestabilidad bajo la presidencia del maestro rural.

En tan sólo seis meses, el presidente ha elegido para dirigir el gobierno a cuatro políticos con tendencias ideológicas muy dispares, en un sinsentido que muestra una vez más su falta de criterio y la errática deriva a la hora de dar con la persona que aúne voluntades y serene la vida política en el país.

Guido Bellido fue el primero, un hombre muy próximo a Vladimir Cerrón, líder de Perú Libre y que en sus dos meses de gobierno impulsó, con escaso éxito, las propuestas más radicales de izquierdas.

Tras él, Castillo optó por Mirtha Vásquez, expresidenta del Congreso y representante del Frente Amplio, de centro izquierda y quien trató de moderar el tono del gobierno. Descontenta por la dimisión del ministro del Interior Avelino Guillén –a quien apoyaba–, harta del caos instalado en el gobierno, del escaso apoyo recibido por parte del presidente y ante la incapacidad para unificar criterios, también dimitió de su cargo el pasado 31 de enero. Vásquez cargó las tintas en su despedida contra los asesores que guían a Castillo por el mal camino, un “gabinete en las sombras” que maneja a un incapaz presidente con sombrero.

En su penúltima y más polémica remodelación gubernamental, Pedro Castillo optó por nombrar primer ministro a Héctor Valer. De tendencia derechista clara y con una carrera política marcada por el transfuguismo, tuvo que renunciar al recordar la prensa que fue acusado de violencia machista por su esposa e hija en 2016. De hecho, un juez dictó en 2017 medidas de protección para su mujer tras la denuncia presentada. 

Vergüenza, afrenta para el Perú, lamentable… fueron calificativos que inundaron enseguida las redes sociales y los principales medios de comunicación. Numerosos pronunciamientos de colectivos feministas y de personas LGTBI, congresistas, mujeres y líderes de opinión exigieron su renuncia o cese inmediato como primer ministro. El escándalo fue tan mayúsculo que Valer, tras tratar de aferrarse al cargo, tuvo que dimitir tan sólo tres días después de ser nombrado al contar con nulas posibilidades de ser refrendado en votación por el congreso y ante la repulsa generalizada

CUARTO PRIMER MINISTRO Y NUEVA MOCIÓN DE VACANCIA

Después de este polémico y efímero primer ministro, con el clima político muy enrarecido, la presidenta del Poder Judicial de Perú, Elvia Barrios, y el defensor del pueblo, Walter Gutiérrez, exhortaron al presidente a convocar urgentemente al Consejo de Estado para afrontar la crisis política. Mientras, los principales medios y otras personalidades instaron directamente a Castillo para que abandonase la presidencia ante su manifiesta incapacidad para dirigir el país.

Eso, de momento, no va a suceder, según manifestó él mismo en un comunicado dirigido a la “Opinión Pública” y en el que denunciaba la nueva campaña mediática de acoso, las actitudes antidemocráticas de ciertos sectores del país y de grupos de poder en su contra. No piensa ceder.

De hecho, sigue hacia delante y acaba de nombrar primer ministro a Aníbal Torres –hasta ahora ministro de Justicia– fiel colaborador y el abogado que combatió con eficacia las acusaciones de fraude electoral que le lanzó su rival, Keiko Fujimori. Es, de momento, el cuarto primer ministro en 194 días de presidencia de Pedro Castillo, todo un récord en la democracia peruana.

Habrá que seguir muy atentos a lo que acontezca en el país andino a partir de ahora y, en especial, al recorrido de la nueva moción de vacancia anunciada por el partido de derechas Regeneración Nacional contra el presidente Pedro Castillo, un tipo al que el cargo le viene muy grande y que apareció sin sombrero –cosa extraña en él– en la ceremonia de nombramiento de Torres.

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