La guerra desatada por Vladimir Putin en Ucrania mantiene al mundo entero en estado de shock por la pérdida de vidas humanas que está generando, las tensiones geopolíticas y las importantes consecuencias económicas que ya se están sintiendo con fuerza en Europa y de las que no son ajenas otras zonas del mundo.
De hecho, que esta contienda derive en pandemia económica va a depender de la escalada o desescalada del conflicto en las próximas semanas, de una posible negociación que acabe con las hostilidades y del levantamiento o no de las sanciones a Rusia. De momento, ya lo es en cuanto al incremento de precios energéticos y agrícolas.
Europa, por supuesto, está siendo la más perjudicada por la importante dependencia energética de Rusia (petróleo y gas) y de otros productos de Rusia y Ucrania (trigo, maíz, girasol, entre ellos), lo que se está traduciendo ya en un auge exponencial de los precios del petróleo, gas, electricidad, transporte, cereales, fertilizantes…
Inflación generalizada
Un importante incremento de los precios energéticos, combustibles y productos agrícolas a nivel mundial puede poner en jaque a las economías, sobre todo a las más débiles.
La tendencia global ya era preocupante en los últimos meses y ahora, las tasas de inflación del mes de febrero –que reflejan sólo los 5 primeros día de la guerra en Ucrania- arrojan datos muy alarmantes, pues auguran mayores subidas en los próximos meses cuando se dejen sentir más las consecuencias de este conflicto.
Así, la Unión Europea ha cerrado febrero en el 5,8%, la mayor tasa de su historia, obligando al Banco Central Europeo a actualizar sus previsiones para el presente año teniendo en cuenta la escalada de precios energéticos y de multitud de productos.
El BCE ha pasado de prever un 3,2% de inflación a un 5,1% para 2022 y ha anunciado que dejará de comprar deuda en el tercer trimestre, una medida de estímulo que se tomó por la grave crisis económica provocada por la pandemia de la COVID-19. Con esta decisión, tratará de contener la inflación, aplazando también la que parecía inminente subida de tipos de interés a la segunda mitad del año o comienzos de 2023.
En España el panorama inflacionario es todavía menos halagüeño. Febrero cerró con una tasa interanual del 7,6%, un 1,5% más que en enero y la más elevada registrada desde diciembre de 1986, con alzas generalizadas de precios, entre los que destacan la gasolina (25,1%, el diésel 28,4% y la electricidad con un alarmante 80,5%).
Entre los alimentos destacan las subidas del aceite de oliva (30,6%), otros aceites comestibles (32,3%), pastas alimenticias (19,9%), harinas y otros cereales (11,7%), alimentos para bebé (10,5%), carne de ovino y caprino (9,5%), arroz y leche desnatada (9,4%), leche entera (9,3%) y café (8,2%).
Ante este alarmante panorama, el gobierno ha anunciado –sin concretar aún- rebajas fiscales en los recibos de la luz y el gas, además de medidas que palien algo las pérdidas que sufren los sectores más afectados por la subida incesante de los precios de la luz, combustibles y otros productos que están haciendo que muchas grandes empresas (acereras y otras grandes consumidoras de energía) así como pymes y autónomos estén dejando de funcionar o hayan tomado la decisión de hacerlo bajo mínimos al ver incrementadas sus facturas exponencialmente.
También los supermercados están sintiendo las consecuencias del conflicto armado en Ucrania. Productos como el aceite de girasol han visto como se incrementaba sobremanera el precio y se limitaba su compra a los ciudadanos ante el temor del desabastecimiento futuro -Ucrania es el principal exportador de este producto-. El aceite de girasol es usado masivamente en muchos hogares españoles y además es un componente fundamental de las conservas (atún y otras) y en la bollería industrial. Ante su escasez, el aceite de oliva está subiendo también de precio.
En Estados Unidos, la inflación escaló en febrero hasta el 7,9%, máximo desde 1982. En Latam, tres ejemplos: Brasil cerró el mes con un alza del 10,54%, Chile marcó un 7,8% y México un 7,28%. Gas, combustibles y alimentos fueron los principales responsables de dichas subidas.
Sanciones a Rusia
La Unión Europea se ha mostrado firme contra el régimen ruso de Vladimir Putin, adoptando sanciones económicas y medidas financieras, pero en materia energética (petróleo y gas) no se ha atrevido a interrumpir las importaciones de Rusia, ya que su dependencia energética sigue siendo a día de hoy muy importante para países como Alemania, Italia, Holanda y otros.
Quien sí ha decidido dejar de importar petróleo y gas a Rusia es Estados Unidos, aunque su porcentaje era muy reducido (sólo un 3% en el caso del oro negro y nada de gas). Así, Biden manda un mensaje más bien simbólico al resto del mundo para que corten sus lazos con el país agresor, aunque otra cuestión es que lo puedan hacer hoy realmente.
La administración estadounidense no tendrá problemas para sustituir ese 3% de crudo que hasta ahora compraba a Rusia. Incluso la Venezuela de Maduro podría ser la elegida –reunión reciente entre altos funcionarios de Estados Unidos con homólogos venezolanos en una muestra de “realpolitik” que ha causado sorpresa-. También Ecuador y Colombia son serios candidatos.
Rusia tiene grandes reservas de oro y divisas, pero puede tambalearse económicamente en las próximas semanas dada la avalancha de sanciones financieras y comerciales en su contra, la marcha o suspensión de actividad de muchas empresas occidentales y el bloqueo de cuentas y activos de miembros del régimen y millonarios oligarcas.
La pandemia inflacionaria ya está aquí, dependerá su duración y efectos del alargamiento de la guerra en Ucrania. Si el conflicto se prolonga, los elevados precios darán pie a una pandemia económica de incalculables consecuencias.